Miles de personas se manifestaron ayer en Río de Janeiro exigiendo la renuncia del gobernador Cláudio Castro y denunciando el uso excesivo de la fuerza durante una redada policial que dejó al menos 119 muertos. La operación, dirigida contra una banda de narcotraficantes, se llevó a cabo en las favelas de Penha y Complexo de Alemao, dos de los barrios más pobres de la ciudad.
La cifra de muertos continúa siendo objeto de investigación, y el caso ha generado un fuerte debate sobre el uso de la fuerza en las favelas.
Vecinos de las comunidades afectadas se agruparon frente a la sede del gobierno estatal, gritando “¡asesinos!” y agitando banderas brasileñas manchadas con pintura roja. Además, horas después de la operación, colocaron decenas de cuerpos en las calles como un acto de protesta para visibilizar la magnitud de la tragedia.
Una masacre
El operativo, considerado la más mortífera redada en la historia de Río, ha generado una ola de críticas. Se cuestionó la cifra oficial de muertos, con algunos reportes indicando que varios cuerpos presentaban signos de tortura, heridas de arma blanca y estaban desfigurados. En respuesta, el Supremo Tribunal Federal de Brasil, fiscales y legisladores pidieron al gobernador detalles sobre las circunstancias de la operación.
“Esto fue una masacre”, declaró Barbara Barbosa, residente de Penha, quien perdió a su hijo en una operación anterior. Activistas locales, como Rute Sales, exigieron el fin de la violencia y preguntaron si los residentes de las favelas tienen una “sentencia de muerte”. La cifra de muertos continúa siendo objeto de investigación, y el caso ha generado un fuerte debate sobre el uso de la fuerza en las favelas.
