Por Héctor Brondo (*)

La maniobra infame de Rodrigo De Loredo, quien utilizó inteligencia artificial (IA) para crear un video falso del gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, pone al descubierto una preocupante falta de ética y responsabilidad en el ámbito político. A través de un deepfake, (tecnología que permite modificar la voz y la imagen de una persona para hacerla decir lo que nunca dijo), el diputado nacional radical intentó manipular la percepción pública del mandatario cordobés, presentando un discurso burdo, fabricado con el evidente propósito de generar rechazo y desinformación.
El video, que fue difundido por De Loredo bajo el pretexto de ser una “humorística” representación de lo que realmente piensa Llaryora, provocó inmediatamente una oleada de repudio de todos los sectores políticos. En su defensa, el legislador nacional intentó justificar su acto como una mera “viñeta humorística” y aseguró que no había engañado a nadie, ya que aclaró que se trataba de un producto generado por IA. Sin embargo, sus palabras no hacen más que evidenciar una actitud arrogante y peligrosa. Utilizar este tipo de tecnología para tergiversar la realidad política y crear un enemigo ficticio, equivale a mentir, con el agravante de que se trata de una táctica cobarde, que deshumaniza la política y socava los principios de la democracia.
El intento de De Loredo de disfrazar su manipulación con un “nuevo formato” de discurso político es un absoluto insulto a la inteligencia de los ciudadanos. El hecho de que un representante elegido a través del voto popular se permita hacer uso de herramientas tan destructivas y falaces deja en evidencia su falta de escrúpulos. Si la IA puede ser utilizada para mentir y distorsionar, la política corre el riesgo de convertirse en un campo de batalla de desinformación sin límites.
La respuesta de la sociedad no se hizo esperar. La Mesa Provincia-Municipios, conformada por intendentes de diversas fuerzas, repudió la actitud de De Loredo, calificándola como irresponsable y dañina para la institucionalidad. Incluso algunos legisladores pidieron que la justicia actúe frente a lo que consideran un delito. Y es que no se trata simplemente de un “error de comunicación”, sino de un ataque directo a la democracia misma.
Abuso intolerable
La manipulación de la imagen y la palabra de un político, en este caso el gobernador, para promover una agenda personal o partidaria es un abuso que no puede ser tolerado de ninguna manera.
El intento de De Loredo de disfrazar su manipulación con un “nuevo formato” de discurso político es un absoluto insulto a la inteligencia de los ciudadanos.
Este escándalo subraya la urgencia de regular el uso de tecnologías como la IA en la política. Sin una legislación que norme su empleo, herramientas tan poderosas seguirán siendo usadas para fines nefastos, poniendo en peligro el equilibrio democrático.
Si De Loredo no entiende la criminalidad potencial de sus actos, es un claro reflejo de los peligros que enfrenta la política en tiempos de avances tecnológicos sin control.
El futuro de nuestra democracia no puede depender de la manipulación irresponsable de las nuevas tecnologías.
(*) Periodista.








