El reciente anuncio de Donald Trump ha generado un terremoto político que sacude las tierras de Medio Oriente y repercute a nivel mundial. Desde Washington, el presidente estadounidense sorprendió a todos al proponer que Estados Unidos podría “hacerse cargo” de la Franja de Gaza tras desplazar a su población hacia otros países. Un planteamiento que, como era de esperar, ha sido condenado con firmeza en todo el mundo árabe y por varias potencias internacionales, mientras que algunos sectores del gabinete israelí lo celebran con entusiasmo.

En conferencia de prensa con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, Trump aseguró que la Franja de Gaza podría convertirse en una especie de “Riviera de Oriente Próximo”, un paraíso turístico si los palestinos fueran reubicados fuera de su territorio. A su juicio, los habitantes de Gaza, tras 15 meses de guerra, no “pueden vivir allí” y deben ser reubicados permanentemente. Para Trump, la solución no era la creación de un Estado palestino ni una paz duradera, sino un “nuevo comienzo” lejos de Gaza.
Regreso, no reubicación
La propuesta fue rechazada de inmediato por Riad Mansur, líder palestino ante la ONU, quien remarcó que los palestinos deberían poder regresar a sus hogares originales en Israel, en lugar de ser reubicados en países vecinos, tal como sugiere Trump. Mansur, con el peso de la historia en sus palabras, pidió el derecho al retorno, un principio fundamental para la identidad palestina.
Por su parte, Arabia Saudí se mantuvo firme en su postura de rechazo. En un comunicado oficial, su Ministerio de Asuntos Exteriores subrayó que la transferencia forzosa de palestinos fuera de su tierra natal es inaceptable y que no se normalizarán relaciones diplomáticas con Israel sin antes la creación de un Estado palestino independiente, con Jerusalén Este como su capital. Su postura sigue siendo, como bien señalaron, “innegociable”.
Pero no solo los países árabes se alzaron en protesta. A nivel global, la reacción fue contundente. Desde China, el vocero de Asuntos Exteriores expresó la oposición rotunda a lo que calificó como un “traslado forzoso”. Pekín recordó que el gobierno palestino debe ser quien ejerza soberanía sobre Gaza tras el fin de la guerra. Incluso Australia, tradicionalmente cercana a las posturas de Estados Unidos, reiteró su apoyo a una solución de dos Estados para israelíes y palestinos, un principio que sigue siendo la base de su política exterior.
Entusiasmo en Israel
En Israel, la propuesta fue recibida con más entusiasmo por los sectores más radicales del gabinete de Netanyahu, como el exministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir. Su declaración en redes sociales, “Donald, esto parece el comienzo de una hermosa amistad”, refleja la satisfacción de la extrema derecha israelí con un plan que vislumbra una oportunidad de avanzar sin tener que hacer concesiones a los palestinos.
“Donald, esto parece el comienzo de una hermosa amistad”. Itamar Ben-Gvir.
No es la primera vez que la región es testigo de propuestas que buscan resolver lo irresoluble a golpe de políticas unilaterales. Y lamentablemente, es poco probable que esta última idea de Trump, rodeada de especulaciones y ambiciones de poder, logre algo distinto que perpetuar el sufrimiento de los palestinos, en lugar de ofrecerles una oportunidad genuina para vivir en paz y dignidad.