
Por Héctor Brondo (*)
Las elecciones legislativas de este domingo en nuestro país no son una votación más: funcionan como un plebiscito sobre Javier Milei, sobre su forma de gobernar y sobre el rumbo que el país está dispuesto a tolerar. A mitad de mandato, el presidente enfrenta su primera gran prueba política en un escenario donde la economía cruje, el descontento se multiplica y la oposición peronista intenta reorganizarse tras años de desgaste.

Milei llega a esta cita electoral con luces y sombras. Logró frenar la inflación -su principal bandera-, pero a costa de una contracción económica que golpea a las pymes, destruye empleos y deja al Estado más endeudado que nunca. La “motosierra” con la que prometió poner fin a los privilegios de la política terminó recortando derechos y destruyendo parte del tejido productivo. A ello se suman los escándalos de corrupción ($Libra, ANDIS, Espert) que rozan al propio entorno presidencial, y que erosionan el discurso moralizante que lo llevó al poder.
Atados de pies y manos
La influencia (e injerencia inédita y a cara descubierta) de Estados Unidos agrega otro ingrediente al cuadro. El respaldo explícito de Donald Trump y las condiciones impuestas por el Tesoro norteamericano para liberar fondos revelan el nivel de dependencia económica y política del actual gobierno argentino respecto de Washington. En los hechos, nuestro país, el más endeudado con el FMI en estos momentos, también es hoy un bocado apetecido por EE.UU. y China en su disputa geopolítica.
Lo que ocurra este domingo marcará el tono de la segunda mitad del gobierno de Javier Milei.
En paralelo, el peronismo intenta recuperar aire. La crisis social y los recortes en políticas públicas lo reanimaron, con Axel Kicillof como figura ascendente después de su victoria por paliza en la provincia de Buenos Aires. Si logra consolidar ese impulso, podría transformarse en el núcleo de una oposición más cohesionada.
En consecuencia, lo que ocurra este domingo marcará el tono de la segunda mitad del gobierno. Si Milei no logra un Congreso afín, su plan de ajuste quedará encorsetado. Pero si lo consigue, el país podría potenciar el experimento político anarcocapitalista que promete redefinir -para bien o para mal- nuestra democracia con la mira puesta en el 2027.
(*) Periodista.








