Desde el mes de febrero, las jubilaciones, pensiones y asignaciones recibirán un aumento del 2,7 por ciento, lo que, en términos numéricos, no logra borrar el golpe inflacionario, pero sí alivia parcialmente a un sector golpeado por los vaivenes de la economía. Este incremento se basa en la fórmula de movilidad que toma como referencia el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de diciembre, publicado por el INDEC.

Sin embargo, el verdadero alivio llegará para los jubilados y pensionados con haberes mínimos. Estos recibirán, además del aumento habitual, un bono extraordinario de 70.000 pesos. De esta manera, el haber mínimo de un jubilado o pensionado no será inferior a los 343.086,50 pesos, lo que representa una cifra por encima de lo que muchos consideraban impensable hace unos años. Aun así, la sensación de insuficiencia persiste. Un bono no resuelve las profundas disparidades que aquejan a quienes, durante su vida activa, se vieron relegados por salarios bajos y pensiones que, ahora más que nunca, parecen no alcanzar.
Poder adquisitivo, una sombra
La Pensión Universal para el Adulto Mayor (PUAM) y las Pensiones No Contributivas (PNC), aunque también recibirán el bono de 70.000 pesos, siguen siendo números que, por más generosos que sean en la comparación, no logran modificar la ecuación estructural de una Argentina donde el poder adquisitivo sigue siendo una sombra de lo que alguna vez fue.
Por su parte, las asignaciones familiares también verán un incremento. La Asignación Universal por Hijo (AUH) subirá a 98.128 pesos, mientras que la AUH por Hijo con Discapacidad ascenderá a 319.525 pesos. Si bien estos incrementos ayudan a paliar los costos de vida, no son más que una respuesta a la presión de la pobreza y la desigualdad que persisten en el país.
En definitiva, el aumento en las jubilaciones y pensiones es un gesto de reconocimiento a quienes menos tienen, pero también pone de manifiesto que las brechas entre los sectores más vulnerables y los más privilegiados de la sociedad siguen siendo amplias. La deuda histórica con los jubilados, pensionados y asignados sigue siendo un desafío pendiente, y este ajuste, aunque bienvenido, no es más que un paso pequeño en el largo camino hacia una verdadera justicia social.