
Por Héctor Brondo (*)
En los países organizados políticamente de manera democrática, donde las representaciones institucionales -ejecutivas y legislativas- se legitiman mediante elecciones libres (obligatorias o no) y a través del voto universal y no calificado, hay una regla de oro e inapelable: cada sufragio vale uno, y hay tantas razones para decidir su sentido como electores participan activamente en la convocatoria a las urnas. Por eso, no hay voto útil, ni voto castigo, ni voto positivo, ni de ningún otro tipo que valga. Simplemente hay un voto. Un voto que se puede escrutar, anular o recurrir, pero siempre después de haber sido emitido, tal como lo indican las normas electorales.
La única encuesta válida es la que arrojan los cómputos finales de los comicios democráticos. Todo lo demás es cháchara útil para los apostadores.
Todo lo demás son especulaciones interesadas o funcionales al juego de la bartola.
Sucede lo mismo con las encuestas previas, siempre parciales y con márgenes de error que van de pequeños a grandes.
La única encuesta válida es la que arrojan los cómputos finales de los comicios democráticos.
Todo lo demás es cháchara útil para los apostadores.

¿Que se elige, qué?
El razonamiento viene a cuento de la cita ciudadana del próximo domingo, en la que el pueblo de cada provincia y el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires elegirán 127 diputados nacionales mediante el sistema de simple pluralidad de sufragios. Además, del mismo modo, sólo siete provincias y CABA elegirán 24 senadores.
A una semana de las elecciones de medio término, una cantidad enorme de argentinos (que cada uno le ponga el porcentaje que prefiera) no sabe aún qué se elige.
Tampoco sabe que las figuritas de mayor exposición mediática no son candidatas en este turno electoral. Es más, muchas de las que sí lo son no saben ni siquiera cómo se vota. Por eso, algunos sugieren a los electores llevar la papeleta del candidato preferido en la cartera de la dama o en el bolsillo del caballero, cuando, en rigor, se vota con boleta única de papel.
El razonamiento, en definitiva, pretende decir que, a esta altura del partido, la suerte está echada, y de poco sirve el esfuerzo de quienes están en el negocio de la política por torcerla.
Ganamos, siempre ganamos
El domingo a la medianoche, como siempre, las principales fuerzas políticas -que quieren sacar la tajada más grande posible del poder- harán una lectura positiva del resultado provisorio y dirán (abriendo más o menos la boca) que ganaron. Lo mismo harán los analistas rentados, de este, de aquel y de todos lados.
Pero la verdad -la única verdad, como siempre- la tendrá, en su corazón y en su conciencia, el día después, cada uno de los que fue a votar.
(*) Periodista.







